Los éxitos del destierro
Por Edinson Martínez
“En
febrero de 1.948, el líder comunista Klement Gottwald salió al balcón de un
palacio barroco de Praga para dirigirse a los cientos de miles de personas que
llenaban la Plaza de la Ciudad Vieja. Aquel fue un momento crucial en la
historia de la Bohemia. Uno de esos instantes decisivos que ocurren una o dos
veces por milenio.
Gottwald
estaba rodeado por sus camaradas y justo a su lado estaba Clementis. La nieve
revoloteaba, hacía frio y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clementis,
siempre tan atento, se quitó su gorro de pieles y se lo colocó en la cabeza a
Gottwald.
El
departamento de propaganda difundió en cientos de miles de ejemplares la
fotografía del balcón desde el que Gottwald, con el gorro en la cabeza y los
camaradas a su lado, habla a la nación. En ese balcón comenzó la historia de la
Bohemia comunista. Hasta el último niño conocía aquella fotografía que aparecía
en los carteles de propaganda, en los manuales escolares y en los museos.
Cuatro
años más tarde a Clementis lo acusaron de traición y lo colgaron. El
departamento de propaganda lo borró inmediatamente de la historia y, por
supuesto, de todas las fotografías.”
El libro
de la risa y el olvido (1978). Milan Kundera.
Milan Kundera se vio obligado a salir de su país junto a su esposa, Vera, en 1975. Le fue retirada la nacionalidad y a consecuencia de la obsesiva persecución se refugió en Francia, años más tarde se haría ciudadano francés.
Los escritores, y
en general, los intelectuales, siempre han sido un estorbo para el poder, quienes
lo detentan estarían más cómodos si no existieran; disfrutarían a sus anchas si
no hubiera gente que pensara, personas dispuestas a cuestionarlos en sus ejecutorias.
Daniel Ortega y señora, por ejemplo, estarían felicísimos si alguien llamado
Sergio Ramírez ya no fuera más nicaragüense, sino peruano, colombiano o
argentino, y, así liquidado el asunto de la intolerancia, pues no siendo un
connacional, ya no habría por qué tomarlo más en cuenta.
La inmortalidad.
(1989). Milan Kundera.
De su extensa obra
destaca La insoportable levedad del ser.
(1984). Quizás una de sus mejores novelas, aun cuando, La inmortalidad, es la de mi preferencia, es cuestión de gustos, claro
está, sin embargo, ambas están unidas por la impronta filosófica que le es tan
característica. En su narrativa suele plantear verdades que son obvias, y que,
por esa misma razón, muchas veces pasamos por alto.
La insoportable
levedad del ser. (1984). Milan Kundera.
En otras palabras, siempre vivimos los humanos en la incertidumbre, sin ningún libreto a disposición del cual echar mano para experimentar el desafío de vivir. Solo conocemos la vida misma, viviéndola.
Así tenemos,
entonces, que, el escritor y disidente incansable, así como es capaz de maravillarnos
con sus trabajos a través de la descripción literaria de episodios históricos,
del mismo modo, consigue sorprendernos con sus ingeniosas abstracciones
existenciales, tomadas en perspicaz observación de la cotidianidad que, por su
permanente presencia en la vida, terminan por ser inadvertidas como temas
literarios.
La inmortalidad.
(1989). Milan Kundera.
El autor suele mostrarnos razonamientos, juicios de tan lógico fundamento, que estoy seguro persuaden con gran facilidad a sus lectores a examinar el criterio que poseen sobre varios de los temas que aborda en sus novelas.
“[…]
cuando amamos a alguien no lo podemos comparar. La persona amada no es
comparable. Aunque amemos a A y a B, no podemos compararlos, porque al
compararlos ya dejamos de amar a uno de ellos.”.
La inmortalidad. (1989). Milan Kundera
En 1982 Milan Kundera visitó España para presentar su obra El libro de la risa y del olvido, esa fue su primera publicación fuera de su país de origen. En ella relata una historia de exilio que contiene la experiencia trágica de Praga y la vida en el mundo occidental. En aquel entonces aseveró lo siguiente:
“Si
algo detesto es la literatura de tesis, comunista o anticomunista, es igual. No
me siento cómodo en el papel del disidente. No me gusta reducir la literatura y
el arte a una lectura política. La palabra disidente significa suponerle a uno
una literatura de tesis, y si algo detesto es precisamente la literatura de
tesis. Lo que me interesa es el valor estético”.
Tomado de https://www.eldebate.com/
Vivir en el destierro, en otra parte del mundo que no es el propio, es en cualquier sentido un tránsito al desarraigo. Nuestro planeta está lleno de destierros, de diásporas por causas políticas o conflictos militares –que no es lo mismo pero es igual, si tuviera que decirlo Silvio Rodríguez–, de éxodos por inclementes fenómenos naturales, por hambrunas, epidemias, y por otras inenarrables causas, y siempre en esas marchas precipitadas, una historia de vida queda suspendida, a veces es para bien, en arreglo a la relatividad que todas las cosas tienen, y otras veces para prolongar las agonías de las que se huye. En todo caso, cada vida es única, y sus logros, en otros cielos duro han de bregarse.
Muchos intelectuales, escritores entre ellos, han transitado los caminos del destierro, y aun cuando suene irónico, ha sido gracias a este, que sus nombres han figurado entre los más destacados de las letras universales. Isabel Allende, por ejemplo, ha dicho en cierta oportunidad que La casa de los espíritus (1982) probablemente no habría sido lo que fue, si ella no hubiera estado en el exilio. Julio Cortázar escribió Rayuela en su autoexilio en Francia. Mario Benedetti, en su exilio, escribió su más célebre poema, Te quero, es su título, con fecha de 1974. Gabriel García Márquez, quien decidió irse de Colombia en 1981, debido a las amenazas de muerte por paramilitares, se radicó en México y allí escribió El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto. En ese país recibió la noticia del Premio Nobel de Literatura. Y así muchos otros importantes autores que padecieron el drama del destierro. Quizás Milan Kundera no habría sido el celebrado autor si se hubiera quedado en Praga, entonces otra historia contaríamos ahora.
“–Estoy
muy contenta de que lo hayas conseguido. Aquí hubieses sido toda la vida un
sujeto sospechoso. Ni siquiera te permitían hacer tu trabajo. Y, sin embargo,
se pasan la vida dando sermones sobre el amor a la tierra natal. ¿Cómo se puede
querer a una tierra en la que no te dejan trabajar? Yo te digo que no siento
ningún amor por mi patria. ¿Crees que hago mal?
[…] –Los
recuerdos tristes también lo atan a uno.
–¿A qué lo atan? ¿A quedarse en el mismo sitio
en el que nació? No entiendo cómo alguien puede hablar de libertad y no
librarse de semejante carga. Es como si el árbol pudiera tener su hogar en un
sitio en el que no puede crecer. El hogar del árbol está allí donde encuentra
humedad para vivir.”.
La despedida
(1986). Milan Kundera.
Los venezolanos somos en el presente uno de los países con mayor cantidad de connacionales atravesando fronteras de otros países, muchos de ellos aventurándose en territorios jamás imaginados, desempeñando oficios en otras naciones para los cuales no fueron formados ni estuvieron en sus horizontes ejercerlos. Algunos de ellos probablemente no regresen, tendrán otras vidas, formarán sus familias y se establecerán con nuevos lazos que les atarán en otra realidad personal. Ojalá surjan de esa masiva aventura de paisanos desplazándose por tanto lugares, muchos Kunderas para dejar en buen sitial el país que nunca imaginaron abandonar, en ese caso, ya nos tocará hablar de los éxitos del destierro.
Que bueno saber mas de este gran escritor Checo. Asi como de estos regímenes fuertes que irrespetaban las libertades de pensamiento.
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