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Por Edinson Martínez Instagram A fulanita de tal, quien me invito a su casa cuando aún faltaba mucho para culminar el siglo veinte. I En el ocaso de las tardes calientes de esta tierra de gramíneas y tunas, se pueden ver sobre el dique las garzas pacientes y elegantes que recuerdan la costa lacustre. En la calle cinco de la urbanización, justo la que corre paralela al muro, en la casa de la esquina del final de la calle, Sebastián y Celina se sentaban a tomar café en las tardes debajo de una enorme mata de mangos que cubría de sombras el patio de la casa. Miraban desde allí las garzas que picoteaban entre el salitre y la grama silvestre los animalitos de la porción de terreno que separaba la calle de la escollera. Cuando la sirena de las cuatro de la tarde marcaba el fin de la jornada laboral, cada quien presuroso dejaba los talleres y patio de tanques para integrarse a su vida doméstica; marchaban los trabajadores a sus casas al encuentro de su mujer, muchachos, an...